Es imposible no hablar de fútbol en estos momentos. Los ojos del mundo están sobre Qatar, un pequeño país en Medio Oriente donde se desarrolla la XXII edición de la Copa Mundial de Fútbol de la FIFA.Desde su elección como sede, hasta minutos antes de arrancar un partido, Qatar se ha vuelto objeto de críticas y un estadio para pronunciarse a favor de los derechos humanos y la comunidad LGBTQ+. Ante ello, varias voces han rechazado los ataques argumentando que el fútbol es solo un deporte y por lo tanto debe separarse de temas políticos. Pero,¿es esto posible? ¿Se puede desvincular al fútbol de la política?
La respuesta contundente es no. El fútbol, como la mayoría de los deportes, ofrece un sentido de pertenencia. Al crear distinciones entre los unos y los otros, entre vencedores y vencidos, el fútbol, se convierte en fuente de identidad. Si observamos la historia, el fútbol y los deportes han servido como mecanismo para acrecentar estas identidades en torno a la cancha. Por ejemplo, la rivalidad entre el Real Madrid y el Barça, no se trata solo en demostrar cuál es el mejor club de España. De hecho, no es posible explicar esta riña sin incluir la dimensión política que traslada al partido la disputa entre el centralismo político de Madrid vs la autonomía de Cataluña. El Bayer Münich, fundado por socios judíos, se enfrentó a las hostilidades del nazismo cuyas fuerzas del estado no solo imponían la prohibición de jugadores y colaboradores judíos, sino que obligaban a denunciarlos ante la autoridad.Cuando se derrumbó Yugoslavia, los clubes serbios y croatas se convirtieron en enemigos dentro y fuera de la cancha.
En suma, dependiendo de la época y el contexto social, el fútbol ha sido un instrumento de poder que a través de la historia ha excluido diversas minorías de la cancha por su religión, nacionalidad, o como en el caso actual de Qatar, por su orientación sexual. Elaborar argumentos que buscan disociar la política del fútbol es solo un pretexto para justificar al régimen catarí que persigue y encarcela a sus ciudadanos por reafirmar su identidad y preferencia sexual. Yo sí creo que el fútbol tiene el poder de cambiar el mundo para bien. Pero como la voluntad política es indispensable para tal fin, por ello es fundamental presionar desde la sociedad.
Por Renata Zilli
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