Estimados amigos de Efecto Global les saludo desde Jerusalén. Mi estancia en este país coincide con un momento histórico en la vida política de Israel. Como resultado de la victoria electoral de noviembre pasado, por tercera ocasión Benjamín -Bibi- Netanyahu asumió el cargo de Primer Ministro encabezando un gobierno de derecha nacionalista y ultra religioso.
El regreso de Bibi marca un hecho sin precedentes. Por un lado, será la primera ocasión que un Primer Ministro asuma el poder al mismo tiempo que está siendo investigado por la Corte por actos de corrupción. Por esta razón, no es de sorprenderse que una de las primeras acciones del nuevo gobierno tenga como objetivo limitar los poderes de la Suprema Corte de Justicia. El sistema político de Israel es una democracia parlamentaria, es decir que el ejecutivo y el legislativo son un mismo poder lo cual deja a la Suprema Corte como el único contrapeso institucional frente a las decisiones de gobierno. Sin embargo, a diferencia de otros sistemas parlamentarios, la democracia en Israel cuenta con un defecto institucional de nacimiento. No solo no posee una Constitución, sino que gran parte de sus leyes fundamentales pueden ser modificadas por mayoría simple en la Knéset, el parlamento unicameral. A primera vista, la actual coalición que encabeza Netanyahu, con 64 escaños de 120 refleja una estrecha mayoría. No obstante, es más que suficiente para rediseñar el orden político y judicial.
En las últimas semanas ciudadanos Israelís han tomado las calles en protesta a las acciones que el nuevo gobierno pretende imponer sobre la Corte. Para muchos, este es un momento decisivo en la democracia de Israel, y un punto de inflexión que diluye las expectativas de posibles soluciones pacíficas relacionadas con el conflicto entre Israel y Palestina. Y enparticular, del estatus legal de los asentamientos Israelís en Cisjordania. La preocupación generalizada en las calles de Tel Aviv se concentra sobre las implicaciones de la tiranía de la mayoría, un concepto añejo de la ciencia política, pero que identifica y señala a quienes utilizan la ventaja aritmética para justificar un orden que atenta contra los derechos de las minorías. Voltear a ver los acontecimientos políticos en Israel, nos invita a reflexionar a nivel global acerca de las implicaciones de reducir la conceptualización de la democracia a su aspecto más simple: 50 + 1.Dada su complejidad étnica, religiosa e histórica, la experiencia de Israel proporcionará amplias lecciones para las democracias en el mundo, ya sea como modelo o como su antítesis.
Por Renata Zilli
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