Cuando se derrumbó el muro de Berlín fue el momento de mayor cercanía y calidez entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Y una vez disuelta la URSS, también entre Estados Unidos y Rusia. En gran medida, ello se explica en que las dos partes tenían el mismo objetivo de construir un mundo más seguro y en paz. Desafortunadamente resultó ser un periodo de breve de amistad, aunque en términos históricos representaba una grandísima oportunidad para consolidar la estabilidad del sistema global. Entonces, si había un interés en común tan claro y fuerte ¿qué salió mal?
Evidentemente, hubo factores económicos, institucionales y políticos que influyeron en el colapso de la URSS. Como el desgaste del modelo estatista, sus fallidas campañas en el Medio Oriente, los movimientos independentistas en las repúblicas soviéticas y las implicaciones geopolíticas de la consolidación de Estados Unidos como superpotencia. Pero ninguno de estos elementos ilustra por qué el desenlace resultó en una enemistad. Parte de la explicación ausente recae en el ámbito personal: en los errores y omisiones entre los dirigentes. Del lado Soviético, Gorbachov fue un mal negociador y pecó de ingenuidad en creer que los extranjeros eran sus amigos. Del lado americano, tanto republicanos como demócratas hicieron caso omiso a las advertencias que no debían extralimitarse y explotar las vulnerabilidades de un imperio colapsando. Ya sea real o percibida, la humillación experimentada por Rusia fue resultado de un mal cálculo y una pisca de falta de sensibilidad que terminó por congelar el vínculo entre las dos potencias nucleares a posteridad.
La semana pasada, en una visita de Estado el presidente de China, Xi Jinping viajó a Rusia para reunirse con su homólogo Vladimir Putin. En gran medida, el acercamiento entre Moscú y Beijing es el resultado de la fisura en las relaciones con Occidente. Y la guerra en Ucrania fue el punto de quiebre. China entiende que Rusia anhela un trato como potencia y con su visita, Xi le ofrece a Putin una zanahoria que no puede resistir: ser arquitecto y protagonista de un orden global no visto en 100 años. Sin embargo, como toda relación, ya sea personal o entre países, la amistad posee límites y este refrendo de camaradería también puede ser coyuntural. Como la historia evidencia, la estabilidad y continuidad de una relación no solo se remite a una cuestión estructural, las expresiones humanas como el respeto y la atención a las necesidades de la contraparte son igual de trascendentes. Por lo pronto, China parece ser lo suficientemente astuta para leer que esta deferencia a Rusia, está en su interés primordial. Le da un espaldarazo a un país que ha elegido ir a la guerra ytransmite un mensaje muy claro (para quien sepa leerlo): hoy por ti mañana por mí.
Por: Renata Zilli
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