Zaragoza, Ver. - La fe católica en el municipio de Zaragoza se preserva con fervor y devoción desde hace más de 30 años, a través de un peregrinaje a la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México. Niños, jóvenes, adultos, así como empresarios y taxistas, participan con entusiasmo en esta tradición que inicia el 7 de diciembre con la Antorcha Guadalupana.
A pesar de las inclemencias del tiempo, los peregrinos no se amilanan. Con lluvia, frío o sol, su fe permanece inquebrantable. El retorno a Zaragoza se realiza el 11 de diciembre, donde los fieles se congregan en la parroquia San Isidro Labrador para cantar las mañanitas a la Virgen de Guadalupe.
Al término de la misa, se dejan ofrendas florales en agradecimiento por un año lleno de salud, trabajo y bendiciones. Los mayordomos ofrecen comida a los asistentes y se inicia un espectáculo de juegos pirotécnicos, incluyendo el tradicional "torito" y bombas de colores que iluminan el cielo nocturno.
Grupos de antorchistas como "Tonantzin", "Juan Diego" y "Amor a María" continúan las celebraciones con cantos, rezos, música y comida. Durante la noche del 11 y todo el día del 12 de diciembre, se observan antorchistas, ciclistas, motociclistas, vehículos y camiones adornados transitando hacia Zaragoza para dar gracias. Muchos de ellos también se dirigen a las comunidades rurales de Cosoleacaque para dejar sus ofrendas florales en sus respectivas capillas.
Esta tradición no solo perdura, sino que crece con el tiempo, inculcando en las nuevas generaciones el amor y respeto a la Virgen de Guadalupe. El párroco de la parroquia San Isidro Labrador, días después de las celebraciones, realiza la "Misa de las Rosas". En esta misa, se regalan las flores dejadas como ofrendas, ya bendecidas, para llevar un poco de esperanza y fe a cada hogar.
La comunidad de Zaragoza demuestra año tras año que su fe y devoción son más fuertes que cualquier adversidad, manteniendo viva una tradición que fortalece los lazos religiosos y comunitarios.
José Vargas